jueves, 20 de mayo de 2010

VIVIR LA ESPIRITUALIDAD

VIVIR LA ESPIRITUALIDAD

Vivir la espiritualidad es el aprender a sintonizar la energía que mana del propio corazón. Allí siempre encontraremos la verdad.

Es solo la resistencia a esa verdad la que nos causa el sufrimiento. Sin en nuestro corazón habitan la frustración y el dolor, entonces es el momento de aprender, de cambiar y de expandirnos. Por ello, no existe un camino errado, siempre estamos donde la divina inteligencia lo dispone para que podamos suplir nuestras carencias y hacernos más fuertes en el predominio del espíritu. Tras la rutina diaria existe para cada quien un plan divino que, si nos esforzamos en cumplir, será siempre el camino más corto hacia nuestra felicidad, salud y desarrollo.

Todo esta bien en el universo. Nosotros somos parte de esta creación perfecta que se inclina hacia su propia evolución y progreso.

Cada vez que emitimos un pensamiento estaremos largando una forma de energía que tiende hacia su materialización. El pensamiento es la semilla, la palabra son sus brotes y la acción es solo el fruto de esa planta que hemos sembrado responsablemente o irresponsablemente, consciente o inconscientemente. La vida en este plano si tiene sentido, nuestro breve paso por la tierra tiene un solo propósito: aprender a controlar el pensamiento, para que todas nuestras creaciones se hagan para contribuir al bien y a la felicidad, para bendición de todos los seres vivos. Este es básicamente el divino plan cuyos trazos yacen a veces dormidos, en nuestro propio corazón. La lucha por seleccionar nuestros pensamientos nos va creando, poco a poco, una nueva conciencia que nos otorga poder sobre los acontecimientos y nos convierte en los señores de nuestra propia vida.

Solo indirectamente, con este trabajo de purificar el pensamiento, y de entrar en sintonía con la voz del propio corazón, descubriremos al maestro interior. Entonces la vida será volar por instrumentos hacia la propia realización material, mental y espiritual.

La espiritualidad es una búsqueda interior, que nada tiene que ver con retirarse del mundo, ni con seguir a determinado gurú o disciplina religiosa. Todo esto hace, más bien, las veces de equipaje que estorba en el camino, puesto que no hay un mayor obstáculo para aprender que el creer que ya sabemos.

Retirarnos del mundo como ascetas nos quita la oportunidad de la confrontación diaria con los demás, es decir le roba la trama a la novela de la vida, cuyo protagonista en la realidad vive solo rodeado de espejos, molestándole del otro solo aquello que mas rechaza de si mismo. Hasta que descubre que la forma más efectiva de cambiar la imagen de los demás es transformándose primero el mismo.

Muchos asocian la búsqueda espiritual con el encuentro de un maestro que pueda enseñarles el camino. Recorrido estéril, porque básicamente sigue siendo otro camino exterior. Las huellas de la espiritualidad apuntan en una sola vía que puede ser hollada solo internamente: hacia el centro del corazón y de la mente en cada ser. Es allí dentro, en el núcleo vacio de cada célula de vida, donde mora la presencia del altísimo, con quien siempre podemos ponernos en contacto a través del silencio interior. Para esto no se necesita de ningún intermediario.

Cuando la búsqueda de la espiritualidad se enfoca hacia lo exterior, nos ocurre, dice el filósofo taoísta Chuang Zu. “como el labriego que cree haber perdido su caballo, se pasa la vida buscándolo, para en el ultimo momento descubrir que siempre estuvo montado en el”.

Enseñanzas de Karma Sherab – Lama Tibetano Budista

Frase: “Es mejor morir loco por Cristo, que vivir cuerdo para el pecado “… Mauricio MC

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