Hoy, 17 de noviembre, conmemoramos a Santa ISABEL DE HUNGRÍA, Viuda.
SANTA ISABEL DE HUNGRÍA (1207-1231) nació en Sárospatak, en el norte de Hungría, en una familia de la alta nobleza con una estirpe de santidad.
Santa Isabel fue hija del rey de Hungría Andrés II y de Gertrudis de Carintia y Andechs-Meran. Su tía materna fue Santa Eduviges, y una sobrina nieta suya habría de convertirse más tarde en Santa Isabel de Portugal.
Por motivos políticos, cuando Isabel tenía cuatro años de edad fue prometida en matrimonio con Hermann, el hijo del landgrave de Turingia, que tenía once. Así, desde pequeña fue enviada a esa ciudad, donde recibió formación alemana.
Lamentablemente, antes de que la boda se celebrara, Hermann falleció, al igual que su padre. El heredero fue entonces el menor, Luis, quien recibió la heredad como Luis IV, y enamorado de la prometida de su difunto hermano, se casó con Isabel.
En la corte, Santa Isabel se había distinguido siempre por su piedad y su religiosidad, y también fue una esposa devota y muy amorosa.
Casada a los catorce años de edad y madre a los quince, Santa Isabel quedó viuda a los veinte, pues su marido, Luis IV, falleció en Otranto al unirse a Federico II para la Cruzada en Tierra Santa.
Santa Isabel, sin embargo, aceptó con resignación los designios de Dios, y en vez de contraer matrimonio nuevamente, decidió entregarse al servicio de los desamparados y vivir ella misma en pobreza.
Con los bienes que le correspondieron como viuda fundó un gran hospital para pobres. Imitando a San Francisco de Asís hizo voto de renuncia y cambió su atuendo de princesa por un hábito sencillo de franciscana.
Durante cuatro años Santa Isabel de Hungría dedicó su vida a atender a los pobres y enfermos en el hospital que había fundado, viviendo en una humilde choza adjunta, dedicándose a todo tipo de labores de servicio.
Su fama de santidad recorrió numerosas comarcas, e incluso fue admirada por el propio emperador Federico II.
Apenas con 24 años de edad, Santa Isabel falleció repentinamente. A sus funerales acudió una enorme multitud de todas las clases sociales y de varias nacionalidades, al frente de la cual iba el mismísimo emperador.
Entre varios milagros que se le atribuyen, se cuenta que justo el día de su muerte, un religioso que se había roto un brazo la vio pasar vestida elegantemente, y ella le había explicado que iba a la gloria; y tocándole el brazo, al instante quedó sanado.
Apenas a los cuatro años de su muerte, Santa Isabel de Hungría fue canonizada por el papa Gregorio IX en 1235. Es la santa patrona de Turingia, así como de los viudos, los huérfanos y los pobres.
SANTA ISABEL DE HUNGRÍA nos enseña el valor del desprendimiento en favor de ayudar a los pobres.
SANTA ISABEL DE HUNGRÍA (1207-1231) nació en Sárospatak, en el norte de Hungría, en una familia de la alta nobleza con una estirpe de santidad.
Santa Isabel fue hija del rey de Hungría Andrés II y de Gertrudis de Carintia y Andechs-Meran. Su tía materna fue Santa Eduviges, y una sobrina nieta suya habría de convertirse más tarde en Santa Isabel de Portugal.
Por motivos políticos, cuando Isabel tenía cuatro años de edad fue prometida en matrimonio con Hermann, el hijo del landgrave de Turingia, que tenía once. Así, desde pequeña fue enviada a esa ciudad, donde recibió formación alemana.
Lamentablemente, antes de que la boda se celebrara, Hermann falleció, al igual que su padre. El heredero fue entonces el menor, Luis, quien recibió la heredad como Luis IV, y enamorado de la prometida de su difunto hermano, se casó con Isabel.
En la corte, Santa Isabel se había distinguido siempre por su piedad y su religiosidad, y también fue una esposa devota y muy amorosa.
Casada a los catorce años de edad y madre a los quince, Santa Isabel quedó viuda a los veinte, pues su marido, Luis IV, falleció en Otranto al unirse a Federico II para la Cruzada en Tierra Santa.
Santa Isabel, sin embargo, aceptó con resignación los designios de Dios, y en vez de contraer matrimonio nuevamente, decidió entregarse al servicio de los desamparados y vivir ella misma en pobreza.
Con los bienes que le correspondieron como viuda fundó un gran hospital para pobres. Imitando a San Francisco de Asís hizo voto de renuncia y cambió su atuendo de princesa por un hábito sencillo de franciscana.
Durante cuatro años Santa Isabel de Hungría dedicó su vida a atender a los pobres y enfermos en el hospital que había fundado, viviendo en una humilde choza adjunta, dedicándose a todo tipo de labores de servicio.
Su fama de santidad recorrió numerosas comarcas, e incluso fue admirada por el propio emperador Federico II.
Apenas con 24 años de edad, Santa Isabel falleció repentinamente. A sus funerales acudió una enorme multitud de todas las clases sociales y de varias nacionalidades, al frente de la cual iba el mismísimo emperador.
Entre varios milagros que se le atribuyen, se cuenta que justo el día de su muerte, un religioso que se había roto un brazo la vio pasar vestida elegantemente, y ella le había explicado que iba a la gloria; y tocándole el brazo, al instante quedó sanado.
Apenas a los cuatro años de su muerte, Santa Isabel de Hungría fue canonizada por el papa Gregorio IX en 1235. Es la santa patrona de Turingia, así como de los viudos, los huérfanos y los pobres.
SANTA ISABEL DE HUNGRÍA nos enseña el valor del desprendimiento en favor de ayudar a los pobres.
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