7 de agosto, día de San Miguel de la Mora de la Mora
Hoy, 7 de agosto, conmemoramos a San MIGUEL de la MORA de la MORA, Mártir.
SAN MIGUEL de la MORA de la MORA (1878-1927) nació en Tecalitlán, estado de Jalisco, México, en una comunidad campesina.
De niño, San Miguel de la Mora aprendió las principales tareas de la vida en el campo, como montar a caballo, pastorear y ordeñar.
Su vocación lo llevó a ingresar al seminario conciliar de Colima, en la ciudad y en el estado de ese nombre, vecino a Jalisco. Ahí fue ordenado sacerdote en 1906.
Con honda disposición para servir a la comunidad, San Miguel de la Mora se destacó por su sencillez y discreción, así como por su entrega caritativa a los más menesterosos. Se le recuerda como un sacerdote puntual que gustaba de llevar en orden todos sus asuntos.
Después de la Revolución Mexicana, en la década de 1920 hubieron varios periodos de tensiones y animadversión entre el triunfante gobierno revolucionario y la Iglesia mexicana. Eventualmente se llegó a la suspensión del culto público en 1927, por decreto del obispo para protestar en contra de las medidas arbitrarias del presidente Calles.
En su calidad de capellán de la catedral de la ciudad de Colima, San Miguel decidió permanecer en su diócesis y con su familia cuando eventualmente el gobierno decretó la expulsión de sacerdotes a nivel nacional.
Durante su clandestinidad, San Miguel de la Mora celebraba en secreto la Eucaristía, pero alguien lo identificó y lo denunció con el jefe militar de la zona, quien lo dejó en libertad a cambio de que volviera a celebrar el culto en la catedral, a lo que el sacerdote se negó, pues no podía contravenir las disposiciones del obispo.
San Miguel de la Mora intentó entonces salir de la ciudad para refugiarse en la sierra; sin embargo fue reconocido y aprehendido al llegar a un poblado próximo.
Por desobedecerle, el jefe militar de Colima lo condenó a morir en el paredón. Sereno ante su destino, San Miguel de la Mora de la Mora caminó hasta donde lo pasarían por las armas. Sacó su rosario, y al ser abatido por las balas murió rezando; cayó muerto sobre el estiércol de los animales, por el simple “delito” de ser sacerdote.
Su cuerpo fue enterrado en una fosa común, y sólo hasta dos años después pudieron ser trasladados sus restos a la catedral de Colima. San Miguel de la Mora de la Mora fue canonizado en 2000.
SAN MIGUEL de la MORA de la MORA nos ofrece un lamentable ejemplo de la muerte por martirio en pleno siglo veinte.
SAN MIGUEL de la MORA de la MORA (1878-1927) nació en Tecalitlán, estado de Jalisco, México, en una comunidad campesina.
De niño, San Miguel de la Mora aprendió las principales tareas de la vida en el campo, como montar a caballo, pastorear y ordeñar.
Su vocación lo llevó a ingresar al seminario conciliar de Colima, en la ciudad y en el estado de ese nombre, vecino a Jalisco. Ahí fue ordenado sacerdote en 1906.
Con honda disposición para servir a la comunidad, San Miguel de la Mora se destacó por su sencillez y discreción, así como por su entrega caritativa a los más menesterosos. Se le recuerda como un sacerdote puntual que gustaba de llevar en orden todos sus asuntos.
Después de la Revolución Mexicana, en la década de 1920 hubieron varios periodos de tensiones y animadversión entre el triunfante gobierno revolucionario y la Iglesia mexicana. Eventualmente se llegó a la suspensión del culto público en 1927, por decreto del obispo para protestar en contra de las medidas arbitrarias del presidente Calles.
En su calidad de capellán de la catedral de la ciudad de Colima, San Miguel decidió permanecer en su diócesis y con su familia cuando eventualmente el gobierno decretó la expulsión de sacerdotes a nivel nacional.
Durante su clandestinidad, San Miguel de la Mora celebraba en secreto la Eucaristía, pero alguien lo identificó y lo denunció con el jefe militar de la zona, quien lo dejó en libertad a cambio de que volviera a celebrar el culto en la catedral, a lo que el sacerdote se negó, pues no podía contravenir las disposiciones del obispo.
San Miguel de la Mora intentó entonces salir de la ciudad para refugiarse en la sierra; sin embargo fue reconocido y aprehendido al llegar a un poblado próximo.
Por desobedecerle, el jefe militar de Colima lo condenó a morir en el paredón. Sereno ante su destino, San Miguel de la Mora de la Mora caminó hasta donde lo pasarían por las armas. Sacó su rosario, y al ser abatido por las balas murió rezando; cayó muerto sobre el estiércol de los animales, por el simple “delito” de ser sacerdote.
Su cuerpo fue enterrado en una fosa común, y sólo hasta dos años después pudieron ser trasladados sus restos a la catedral de Colima. San Miguel de la Mora de la Mora fue canonizado en 2000.
SAN MIGUEL de la MORA de la MORA nos ofrece un lamentable ejemplo de la muerte por martirio en pleno siglo veinte.
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