19 de febrero, día de San Conrado
Hoy, 19 de febrero, conmemoramos a San CONRADO de PIACENZA, Confesor.
SAN CONRADO DE PIACENZA (¿1290?-1351) nació en Piacenza, Italia, en una familia noble. Su nombre era Conrado Confalonieri. De joven fue amante de la vida mundana y de la caza.
En una cacería ordenó a sus criados que prendieran fuego a un matorral donde se habían escondido las liebres que eran su presa. El fuego se extendió por todo el bosque, y arrasó campos y casas.
Conrado volvió a la ciudad sin que nadie lo viera. Acusaron del incendio a un anciano pobre que se encontraba cerca. Al ser condenado a muerte, Conrado reflexiona acerca de su acto de ligereza. Acude entonces con las autoridades y se entrega para salvar la vida de un inocente.
Se comprometió a pagar con sus bienes los daños causados. Él y su mujer, Eufrosina, quedaron en la miseria, pero vieron en ello la mano de Dios y decidieron consagrarse al Señor. Eufrosina ingresó a un convento de Clarisas, y Conrado optó por la vida de ermitaño.
Vistió el hábito de la Tercera Orden de San Francisco. Peregrinó por Roma y Malta, donde aún se conserva la Gruta de San Conrado. Luego llegó a Sicilia y se estableció en Noto, al sur de Siracusa. Atendió a los enfermos del Hospital, pues le fue concedido el don de la curación.
Finalmente, para huir de sus devotos, se retiró a una ermita cercana, en la gruta de Pizzoni, donde recibió incluso la visita del obispo de Siracusa. El resto de su vida la pasó consagrado a la oración. Todavía se le invoca para la curación de las hernias.
A San Conrado se le representa como un anciano de largas barbas y con los pies desnudos.
SAN CONRADO DE PIACENZA nos enseña la importancia de abandonar la vida frívola.
SAN CONRADO DE PIACENZA (¿1290?-1351) nació en Piacenza, Italia, en una familia noble. Su nombre era Conrado Confalonieri. De joven fue amante de la vida mundana y de la caza.
En una cacería ordenó a sus criados que prendieran fuego a un matorral donde se habían escondido las liebres que eran su presa. El fuego se extendió por todo el bosque, y arrasó campos y casas.
Conrado volvió a la ciudad sin que nadie lo viera. Acusaron del incendio a un anciano pobre que se encontraba cerca. Al ser condenado a muerte, Conrado reflexiona acerca de su acto de ligereza. Acude entonces con las autoridades y se entrega para salvar la vida de un inocente.
Se comprometió a pagar con sus bienes los daños causados. Él y su mujer, Eufrosina, quedaron en la miseria, pero vieron en ello la mano de Dios y decidieron consagrarse al Señor. Eufrosina ingresó a un convento de Clarisas, y Conrado optó por la vida de ermitaño.
Vistió el hábito de la Tercera Orden de San Francisco. Peregrinó por Roma y Malta, donde aún se conserva la Gruta de San Conrado. Luego llegó a Sicilia y se estableció en Noto, al sur de Siracusa. Atendió a los enfermos del Hospital, pues le fue concedido el don de la curación.
Finalmente, para huir de sus devotos, se retiró a una ermita cercana, en la gruta de Pizzoni, donde recibió incluso la visita del obispo de Siracusa. El resto de su vida la pasó consagrado a la oración. Todavía se le invoca para la curación de las hernias.
A San Conrado se le representa como un anciano de largas barbas y con los pies desnudos.
SAN CONRADO DE PIACENZA nos enseña la importancia de abandonar la vida frívola.
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